en 1993 estuve en mi única corrida con Sito y Carmita...y pasó esto
Alimentándome desde siempre con fabadas, bacalaos y paellas, hablando español, leyendo a Hemingway y viendo películas con toreros, sobre todo de niño, no es de extrañar que me entusiasmara la idea de ir a ver una corrida en una tarde soleada, con enormes afiches anunciando los matadores y las bestias y alguna que otra bota de vino, para gritar el indispensable OOOOLE por cada airosa verónica o cada buena clavada de banderillas. De manera que, con toda la mayor esperanza del mundo me fui una tarde soleada de domingo en Caracas, con afiches mucho más pequeños que los soñados y sin bota pero en botas, a mi primera jornada de toros.
Por temprano que llegamos fue una odisea encontrar asiento pues los asistentes, en su mayoría jóvenes como yo -que todavía digo que lo soy- habían previsto una larga jornada de bachata y estábamos rodeados de grupos de gritones que no escatimaron en la tiradera de cerveza, agua, cojines, papelitos, cajas vacías y llenas de cigarros y de todo cuánto se les ocurrió, aparte de tomar abundante cantidad de vino y -supongo- ron. Supongo que supongo bien pues a una de las botas la llamaban "la cubana"...
De alguna forma conseguimos sentarnos en un área curiosamente llamada "de sombra", diferenciada de la "de sol" porque éste pegaba apenas por la espalda y, en consecuencia, era mucho más cara. Los asientos bastante arriba, aunque aún los primeros estaban bien por encima de la arena. El espectáculo no empezó para mi con la consabida entrada de los toreros, sino con la de los políticos que se atrevieron a ir y que recibieron aplausos, chiflidos o ambos según el ambiente de la ciudad. Evidentemente los que no fueron y debían haberlo hecho temían el abucheo del siglo y se los agradecí de corazón, pues entonces se habría demorado aún más la entrada al ruedo de los animales que sí fui a ver.
Al filo de las cuatro -qué maravilla, a la hora fijada- entraron los toreros del cartel con sus tradicionales y vistosos trajes de luces escoltados por otros, vestidos más o menos igual pero sin el porte de los primeros y por dos émulos del Quijote de larga lanza, tremenda protección para sí y para los caballos, cachanchán al lado y no poca ridiculez. La orquesta, debajo de la presidencia, comenzó a tocar pasodobles para la ocasión y todo quedó listo para la primera corrida.
Tres toreros, seis toros, a dos vueltas. Reglas: el toro no ha sido toreado nunca. El torero cuenta con bastante ayuda y ciertamente se juega la vida, pero el toro no tiene otra salida que hacer su papelito y morirse por asesinato, bien dentro del ruedo, o sea casi siempre, o bien fuera si por su coraje y "nobleza" se gana el perdón de la presidencia o acierta a enganchar al torero. En el mejor de los casos sirve durante meses para el entrenamiento de novatos, pues una vez conocidas las reglas dificilmente se deje torear de nuevo.
Una pancarta anuncia junto con el nombre del animal su procedencia y peso en kilos, de entre los 430 y los 550 . Cuando el toro sale a todo correr desde su portón NO encuentra al torero sino a tres tipos con trajes de luces y capota fuscia que se dedican a "cuquearlo" escondiéndose detrás de unas falsas portezuelas. La idea es que el torero vea cómo embiste la bestia para dar aún menos chance de que se vire la torta. Pobre toro, caray! Sale el matador muy valiente él, da una pasada o dos, o tres, más o menos de presentación y como diciéndole "mira, aquí estoy yo" y rápidamente llama a los de a caballo con lanzas para punzarle el lomo debilitándolo por desangramiento. Esto no me pareció justo ni bueno. Bueno fue cuando al toro, al pobre toro, le dolió tanto una de las heridas que embistió uno de los caballos, lo derribó y casi lo mata...aunque hubiera sido mejor que tumbara al caballero.
Cuando la sangre mana del lomo con tal fuerza que una de las patas ya es roja el torero está lo bastante tranquilo como para pedir la retirada de sus tan simpáticos ayudantes. Me pregunto cómo se habría sentido él si la tanta sangre fuera suya, pero supongo -otra vez- que nunca me enteraré.
Como aún queda mucha diginidad en el animal sigue a continuación un modo de disminuírsela: las banderillas, pequeñas lanzas de casi un metro adornadas con festivos colores y terminadas en punta anzuelada para evitar que puedan desenterrarse. A veces el propio torero las coloca, en tres pares aunque puede suceder que asigne la tarea a banderilleros.
Luego viene lo realmente impresionante y por lo que la gente paga, y paga TANTO: el torero entra con uan capa roja -esta si es roja, no me engañaron en las películas- y empieza a llamar al toro hacia la capa a fin de hacer ver que estos animales persiguen este color, que los toreros pueden acercarles bastante el cuerpo y que el toro queda tan pero tan mareado, casi pidiendo un kilo de aspirinas, que el torero puede darse el lujo de arrodillarse delante de él. Un pajarito que pasó volando me susurró , mal pensado que es, que a esa hora el toro no lograba reconocer cuál de los doce o quince toreros que veía en ese momento era el verdadero y que justo por eso no atacaba. La capa, por cierto y para porsia es sostenida por una espada y al pasa-pasa de la capota se llama verónica, causa de los mejores gritos de OOOOLE.
Al final -jjjoder, que ya se sabe que va a ser el final- al matador le alcanzan una larga espada con la que ha de liquidar el asunto. Se para frente a la bestia, que sigue sin determinar cuál de los que ve es el que está en la arena y le clava la espada en lo que correspondería a la nuca. Pase lo que pase los tres amigos de la banda del torero vienen con sus tres capostas fuscia y se ponen a menearlas delante del toro, quizás como burlándose de él y diciéndole "qué, te duele la cabeza?" hasta que este, absolutamente obstinado de la vida y del ridículo que le han hecho hacer, se tira al piso por última y defintiva vez.
Mientras una troika de caballos con una pieza de metal detrás sale a buscar al toro muerto, el público pide -o no- a pañuelo levantado, que se conceda una oreja del animal -del cuadrúpedo- al matador, según su apreciación de cuán buena fue la "faena". Y, aunque parezca increíble, a veces se le otorga.
Todo un espectáculo, realmente. But no more for me!