Mucho habia oido y visto de este musical y muchas eran las ansias de verlo en un teatro. No fue en Broadway sino en el Adrienne Arsht de Miami y en una butaca mucho mas cercana al cielo que al escenario, pero ahí estuve.
Como desde siempre me han gustado las voces de los negros, los coros tipo gospel que con tanta frecuencia las acompañan y las peliculas de Disney, tan pendientes de la forma y del contenido, con mensajes profundisimos mostrados de la forma mas sencilla, “The Lion King” era una apuesta que conmigo tenia que ser ganadora, especialmente porque llevo tiempo ya fascinado con el “opening” que mezcla esa maravilla de cancion –tanto la musica como la letra- que es “Circle of Life” con lo que pudiera catalogar como pregones africanos…”ayyyyyyyyyyy, tigodnia…”.
La versión para el teatro es otra cosa y no es la película, pero es la película y algo mas. Se disfrutan los arreglos musicales que combinados con la piel de los protagonistas y un libreto ubicado en la selva te transportan al centro de Africa. El diseño del vestuario está fuera de lo común, obligando desde el primer momento a olvidarte de las caras y los cuerpos de los actores para ubicar tu mente en una escena entre animales, unos perfectos y otros aún mejores. El mono Rafiki es una mujer que canta desde el alma a veces en ingles y a veces en el dialecto sudafricano de Miriam Makeba que tiene sonidos que solo ellos pronuncian. Guía el espectáculo y lo abre y cierra con –como si no- Circle of Life y presenta al inicio al joven Simba y al cierre al hijo de este. Zazu la garza es un hombre (blanco?) con unas habilidades histrionicas envidiables. El pájaro es mucho menor en tamaño que el actor y, sin embargo, es a quien ves.. Lo mismo pasa con Timon, un animalito nervioso que va delante del actor –un prodigio- y que siempre está al lado del puercoespin Pumba, con disfraz delante y detrás de quien lo representa. Los leones presentan la cara del actor debajo de la cabeza del animal, genial evocación de la corona que corresponde al rey de la selva. La voz de Mufasa el rey es imponente, sin alcanzar el fabuloso rugido de su hermano Scar, capaz de engañarlo a el y a Simba y a todos y de controlar las peligrosas hienas, entre lo mejor del show. Los pequeños Simba y Nala son unos preadolescentes fantásticos que dejan en deuda a sus sucesores, los actores que los representan en el segundo acto.
Complace tanto la competencia de voces como la extrema calidad del sonido, la solidez de la orquesta, lo liviano de la escenografía, la maravilla de las luces y el impecable truco de las caídas desde lo alto del risco primero de Mufasa y al final de Scar, en inteligente parabola.
Si bien durante tres horas -que pasan volando- se suceden escenas memorables, las que más me conmovieron por su mensaje o por la coreografia o por el vestuario o por la música O POR TODO fueron la de Mufasa y Simba bajo las estrellas (conmovedora), la de Scar con las hienas (alucinante), la estampida que termina en la muerte de Mufasa(asombrosa), la declaración de amor entre Simba y Nala (tierna), Hakuna Matata (alegre), la de Rafiki explicándole a Simba que su padre y todos los padres “viven en ti” (impactante) y el final, de nuevo con esa parada de todos los animales presentando sus respetos al príncipe recien nacido (que para los pelos y te humedece los ojos)…wow, TODAS!!!!
Y para colmo, Mami y yo nos tomamos una copita de champagne en la luneta…