Es un patio trasero lleno de trastos, desde un deshauciado caucho hasta lo que fuera el maletero de un carro, cuya placa es NAP II ("segunda siesta"), pasando por pedazos de tubería y basura de todo tipo. Es noche de luna llena y los gatos de la tribu de Jelicle se reúnen, como todos los años, para que su líder el viejo Deuteronomy escoja al que viajará a una nueva vida.
La escenografía recuerda una juguetería, llena de luces y colores inimaginables. Todo es tan real que logra transportarte hasta allí, sin que se necesite imaginación adicional.
Se presentan uno a uno con distintas canciones y mostrando sus distintas habilidades y mañas gatunas, desde magia hasta malabares y, por qué no, algo de delincuencia, gatos al fin. Unos altos, otros gordos, estos refinados, aquel un truhán.
El vestuario es de otro mundo: son actores, si, pero son gatos, cada uno distinto pero todos una misma familia. El maquillaje permite ver las expresiones incluso a quien se sienta arriba, un poco antes de llegar al final del lunetario. La música suena impecable, como si uno tuviera audífonos. El sistema de sonido para las voces, que intuyo similar al que me explicaran en Broadway consistente en un micrófono alojado en la punta de la peluca sobre la frente, es simplemente perfecto.
Bailan los gatos, se pelean, juegan, saltan, se ronronean aquí y allá en ambas esquinas del escenario y a veces, solo a veces, dedican alguna mirada a los espectadores, para ellos unos simples humanos.
No es fácil este musical: hay que tener talento a raudales para cantar y para bailar, hay que tener una envidiable forma física para lanzarse desde una superficie a otra y caer "en cuatro patas" y para dar las notas, con frecuencia difíciles. Hay que tener miles de horas de ensayos y de presentaciones en conjunto para lograr el acoplamiento de voces sin un mínimo error.
Hay gatos y gatos. Y Grizabella es hoy una gata vieja y envejecida, ni asomo del glamour de antaño. Su piel está roída y su voz refleja muy claramente que sus mejores días, que está claro que los tuvo, ya han pasado. A ella solo le queda vivir de los recuerdos..."memories, ...I was beautiful then"...
Las canciones son buenas, muy buenas, pero se rinden al objetivo del espectáculo, con avances de los principales temas y su recurrente ubicación para darle organicidad.
Growltiger es otro que vió pasar hace tiempo sus mejores momentos. Con voz entrecortada relata sus gloriosas actuaciones en los mejores teatros y en escena se presenta una remembranza de su éxito mayor, ridículo pero éxito al fin, de cuando él tenía esa potente voz de barítono y esa preciosa dicción del italiano. Pero hoy es hoy y su voz, de nuevo quebrada, así lo atestigua.
Las transiciones de una escena a otra son fluidas. No hay cambio de escenografía sino superposición del voudevil en el momento de la escena de los piratas siameses, con vestuario especialmente evocador de su procedencia asiática.
El malvado Macavity, que todos saben que la fechoría la hizo él, pero nunca está para ser agarrado por la polcía, rapta al viejo Deuteronomy y no es hasta que aparece Mr. Mefistoffeles que se logra recuperar a tan preciado personaje.
Para el gato mago no hace falta mucha voz, pero si mucha calidad técnica como bailarín, exigido en sus rondas de saltos alrededor de toda la escena y sus piruetas de nunca acabar. Para el malísimo gato el traje es erizado, el maquillaje malévolo, la coreografía especialmente acrobática.
Ya está el grupo completo, otra vez. Se acerca el amanecer y hay que seleccionar al gato que pasará a la vida celestial. Por lo que fue y por lo que es, el grupo acepta a Grizabella pero la rechaza. Y ella canta a su soledad y encanta a todos con su voz cada vez más potente. Y en un último y "sobregatuno"esfuerzo entona las estrofas más famosas de la canción que tantas veces hemos oído, con una voz que retumba en el escenaio, para los pelos y saca las lágrimas: "Touch me!, it´s so easy to leave me, I´m alone with my memories..."
Deuteronomy la escoge, como si no! Y los gatos cantan, orgullosos "Vida al gato eterno" y proclaman, ahora si al público, su indiscutida superioridad sobre los humanos.
